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"Sabiduría ancestral". Dante Amerisi, 2003.

«Sabiduría ancestral». Técnica mixta sobre panel, 120 x 120 cm. Dante Amerisi, 2003.
En los albores del tiempo, cuando las grandes montañas y las extensas llanuras aún eran jóvenes, y la tierra danzaba en su primera primavera, la sabiduría primigenia se tejía en los hilos de los días lejanos. Era un conocimiento nuevo, nacido de las primeras reflexiones, de los primeros miedos, de los primeros llantos, de las primeras tragedias, pero también de las primeras gestas heroicas. Era un conocimiento que fue transmitido de generación en generación, de boca en boca, como un susurro en el alma de la humanidad.
Los ancianos, con sus ojos arrugados por el sol y sus manos curtidas por la tierra, eran los guardianes de este tesoro. En sus palabras, en sus cantos al fuego, se escondían los secretos del cosmos y las verdades más profundas, mezcladas con mitologías cuyas raíces alimentaba el lejano pasado. Sabían que la vida era un ciclo, una rueda que giraba sin fin, y que en cada vuelta se revelaba una nueva capa de misterio. Hoy diríamos que esos ciclos eran engranajes cósmicos. Ellos lo consideraban una danza divina.
Desde las sombras de los bosques hasta las cumbres más escarpadas, la sabiduría ancestral se manifestó en los rituales sagrados y en los mitos tejidos por lo desconocido. Los dioses hablaban a través de los vientos, y los árboles susurraban sus secretos al oído de los sabios. El tiempo no era lineal; era un río que fluía en espirales, llevando consigo las historias de los antepasados.
En los ojos de los niños, la sabiduría ancestral brillaba como estrellas fugaces. Aprendían a escuchar el latido de la tierra, a leer las señales en las hojas y a interpretar los sueños. Sabían que la verdad no siempre estaba en las palabras, sino en los espacios entre ellas, en los silencios cargados de significado.
Pero el tiempo es voraz, y la sabiduría ancestral se desvaneció como el humo de una fogata. Las ciudades crecieron, los libros se llenaron de palabras vacías y los ancianos fueron olvidados. La civilización avanzó, pero el alma humana se volvió frágil, desconectada de sus raíces.
Hoy, en la vorágine del mundo moderno, buscamos respuestas en las pantallas y en los laboratorios. Pero hemos olvidado buscar ente los cuentos de los antiguos, en los cantos de los pájaros y en el murmullo del viento. Hemos olvidado escuchar al mundo, a la vida, a la naturaleza. Pero aún hoy, la sabiduría ancestral sigue allí, esperando a ser redescubierta, a tejerse nuevamente en los hilos del tiempo.
Así que escucha, querido viajero del tiempo, cuando el viento murmure entre los árboles. Pon atención. Quizás encuentres en sus palabras el eco de los antiguos, la clave para las reflexiones más significativas, más profundas, y los pensamientos más osados.

Dante Amerisi. Cuando los ángeles mueren.
"Sabiduría ancestral". Dante Amerisi, 2003.
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"Sabiduría ancestral". Dante Amerisi, 2003.

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